Editorial

Existen varias definiciones de democracia (del griego demos: poder, y kratos: pueblo), pero en sentido estricto, la democracia es una forma de organización y poder del Estado, “la historia no conoce la democracia en general; existen únicamente formas concretas de democracia cuyo contenido depende de la naturaleza del régimen social” (Blaumberg, 2007: 81),1 por lo tanto, el concepto democracia debe estar siempre contextualizado histórica y teóricamente. De acuerdo con su significado las decisiones y el poder deben provenir de la colectividad, es decir, del pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta a fin de establecer políticas públicas de carácter económico, político y social.

Las mujeres han puesto en el debate político la cuestión desde la perspectiva de género, por ello se resignifican las prácticas democráticas donde hay un mayor activismo y participación de grupos y movimientos feministas en la vida pública, con el propósito de transformar el imaginario social donde hombres y mujeres se reconozcan en igualdad de oportunidades, sin embargo, hasta el momento son las mujeres quienes enarbolan sus demandas como sujetos sociales.

Por otro lado, hablar de democracia participativa implica hablar de ciudadanía ya que la democracia requiere de la participación de hombres y mujeres libres e iguales, pero no basta con tener derechos y libertades plasmadas en leyes, es necesario que éstos sean efectivos y sustantivos, no sólo formales. Hoy contamos con mecanismos de participación como la consulta popular, el plebiscito, el referendo, la iniciativa legislativa y la revocación de mandato, entre otras.

El tema que nos convoca en este número de la revista en voz alta es “Mujeres y democracia participativa: en busca de un ejercicio político incluyente e igualitario”, porque el género y la democracia actualmente son dos conceptos que no se pueden desvincular en cualquier análisis de nuestra realidad social y política, donde la participación de las mujeres en la vida pública se basa en valores democráticos de igualdad, libertad, equidad y paridad. A partir de ellos se van estableciendo vínculos de respeto, inclusión y reconocimiento que eliminen las injusticias de violencia, desigualdad y exclusión sistemática que por décadas han marcado la vida de las mujeres en el mundo y en nuestro país.

La democracia participativa otorga una mayor y más directa capacidad de intervención en la toma de decisiones de carácter público y no se limita sólo —dentro del sistema democrático— al ejercicio del sufragio, como ocurre en la democracia representativa, sino que las y los ciudadanos asumen un papel propositivo, activo y protagónico dentro de la política, a nivel nacional, regional y estatal en donde participa en la toma de decisiones proponiendo iniciativas, promoviendo asambleas, debates y vigilando y verificando su implementación.

1 I. Blauberg, Diccionario de filosofía, Alejo Méndez García (trad.), Quinto Sol, México, 2007.