50 Aniversario de la muerte del Che Guevara (09 octubre de 1967)
Gloria Pimentel Chagoya
Lo hallé descansando en la hamaca, fuera de la tienda de campaña. Su tupida barba negra resaltaba su afilada tez blanca. Al verme llegar sonriente, se incorporó y exclamó sorprendido: ¡Chichina querida!, me parece increíble volver a encontrarte, después de tantos años… ¿Recordás que tus padres descubrieron nuestros amoríos en tu finca de La Malagueña, y cuando intentamos la fuga a Buenos Aires, a ti te mandaron a vivir con una tía? – ¡Mi Chichina! y al expresar estas palabras, rodeó mi cintura con su firme brazo, y así caminamos por un largo sendero de la Sierra Maestra.
– Por favor, Ernesto, ya no tenemos futuro, estoy casada y tengo dos hijos. Y con una actitud de reclamo, la mujer saca de su bolso, un papel arrugado, lo extiende y le escupe las palabras de la última carta que él le escribió: “Excesivamente grande es la cantidad de miseria originada por la explotación. La culpa de la clase en la que tú naciste es demasiada como para que yo quisiera o pudiera ser como ella. Esta culpa la siento a veces, de noche, como una pesadilla y ni siquiera tu fotografía, mi adorada, mi preciosa. puede nada en contra, hay que hacer algo […] las yemas de tus dedos no pueden hechizarme tanto como para que yo olvide estas imágenes, la fragancia de tu cuerpo no puede reprimir en mi fantasía, la acusación que brota de la pestilente miseria que surge de los baldíos. Riqueza…no, no quiero participar en ella. Yo no quiero ser cómplice en la continuidad de la injusticia, y de no poder cambiar todo esto, cuando menos, quiero compartir la vida de est@s miserables. Mínimamente quiero ayudar a amortiguar algo de sus tribulaciones. Por eso estudiaré medicina”
Chichina se sienta en una roca y se cubre el rostro bañado en llanto; ¡Preferiste a es@s míseros que a mí; tus ideales antes que mi amor a ti; para tenerte, tendría que haberme sometido a tus proyectos “revolucionarios”. Mis padres tenían razón, por excéntrico renunciaste como Ministro de Economía en el gobierno de Fidel. Tu locura por la revolución, te condujo a la muerte en Bolivia.
¡Linda, estás en un grave error! Yo solo quería compartir mis ideales contigo. Que ambos transformáramos esta sociedad de injusticia por un mundo mejor! Chichina mía, ¡Yo no te he olvidado, fuiste mi primer amor. Cálmate y escucha querida, sólo nos queda un instante antes de despedirnos, en él podemos condensar la eternidad de nuestro amor. Con tristeza, el hombre acerca su rostro al de ella. María del Carmen Ferreira, Chichina, ve desvanecerse en el humo de su puro, la delgada figura del guerrillero.
Al abrir los ojos e incorporarse lentamente de su lecho, ve a una desconocida frente a sí; una anciana la observa en el interior del espejo.
