Adriana Sánchez Cota*
Los Derechos Sexuales y Reproductivos se relacionan directamente con el concepto de salud, el cual, desde una definición positiva, conlleva un estado de bienestar físico, mental y social, y no únicamente la ausencia de enfermedades. La salud reproductiva implica una vida sexual satisfactoria y segura, la capacidad de reproducirse y la libertad de decidir cuándo y con qué frecuencia hacerlo. Por su parte la salud sexual supone la posibilidad de disfrutar relaciones sexuales libres de abuso, coerción o acoso, y de tener condiciones de seguridad frente a las enfermedades de transmisión sexual y la posibilidad de lograr o prevenir un embarazo.
Derechos sexuales:
- A decidir cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales.
- A que nadie te presione para tomar decisiones sobre tu deseo sexual.
- A ejercer tu sexualidad con placer y sin riesgo de infecciones.
- A no ser forzada para tener relaciones sexuales que no quieras, o de formas que no te gusten.
- A recibir información por parte de las instituciones de Salud sobre los métodos anticonceptivos que existen para evitar embarazos no deseados.
- A decidir por ti misma el número de hijas e hijos que quieras tener.
- A no ser discriminada o tratada distinto por tu orientación sexual.
- A recibir gratuitamente condones femeninos y/o masculinos por parte de las instituciones de salud pública.
- A la interrupción legal del embarazo hasta las 12 semanas de gestación (Ciudad de México).
- A recibir servicios adecuados de salud para que el embarazo o parto no pongan en riesgo tu vida, y que tus hijas e hijos tengan las máximas posibilidades de nacer sanas (os).
- A participar en las decisiones de política para garantizar tus derechos sexuales y reproductivos.
La salud sexual y reproductiva es un derecho humano básico y fundamental. Los Derechos Sexuales y Reproductivos, al ser reconocidos como parte de los derechos humanos, son inalienables y no pueden estar sujetos a discriminación por edad, sexo, identidad sexual, raza, practica sexual o condición social. La salud sexual y reproductiva consiste en la capacidad de disfrutar una sexualidad satisfactoria y sin riesgos, cuyo propósito es el enriquecimiento de la vida y de las relaciones personales.1

Entre violencias y derechos
Pero de nada sirve tener todos esos derechos si no se defienden y no se difunden. Al complejizar nuestro abordaje identificamos que los derechos reproductivos se limitan a una parte de la sexualidad que tiene fines reproductivos, donde en el ámbito de la salud, cobra gran relevancia el tema de la violencia obstétrica.
El derecho a decidir sobre el cuerpo y la sexualidad está determinado por la información y el tipo de educación que se imparte en las escuelas y en la familia. En este sentido, el acceso al conocimiento de los derechos está limitado o facilitado en función del tipo de núcleo familiar, social y cultural en el que se relacionan las personas. De ahí la importancia de informar sobre las distintas formas de violencias a las niñas y a los niños en particular y en general para todas las personas.
Las mujeres que se piensan y reconocen individual y colectivamente, que socializan sus experiencias vividas y reconocen sus cuerpos sexuados han nutrido al movimiento feminista, han logrado colocar a lo largo del tiempo los temas “tabú” en la opinión pública. La consigna de que “lo privado debe ser público” deja al descubierto la existencia de que las violencias en la familia, con la pareja, hacia las hijas y los hijos, deben ser denunciadas; promueve el reconocimiento de las personas, en tanto sujetas de derechos y poseedoras de su individualidad, es decir no son propiedad privada de nadie. La tortura, la esclavitud, la posesión, el maltrato y la violencia deben ser anuladas, por lo que han sido demandas centrales que se tradujeron en la firma de tratados y legislaciones.2
Relaciones amorosas sin derechos
El sistema capitalista en su fase neoliberal renueva y profundiza estructuras, códigos de eliminación y destrucción humana. La descomposición social encuentra su epicentro en las violencias como bisagra para desarticular las formas de socialización basadas en el respeto a la vida, a las relaciones solidarias, a las manifestaciones amplias del ejercicio libre de la sexualidad sin menoscabo de la dignidad. La violencia puede ser un factor determinante para el no ejercicio de los Derechos Sexuales y Reproductivos.
La violencia sexual en el noviazgo implica el ejercicio de uno o más tipos de violencia, como puede ser la física y la psicoemocional, contra los derechos reproductivos, y puede llegar a la violencia feminicida. Entre las técnicas de coerción sexual se encuentran el chantaje, las amenazas y las agresiones físicas. Vale la pena preguntarnos, ¿cómo es la educación sentimental que recibimos? Viajamos ignorantes por la vida, porque no aprendimos a respetar, a reconocer las diferencias, no vivimos en un sistema de libertades, es decir aprendemos a malquerer y, por ello, a creer que el amor se limita a un ejercicio sexuado y violento.
El circulo aprendido en las novelas “rosas” de la seducción, la violencia, la seducción, ha sido tan efectivo a lo largo de los últimos siglos que mantiene a las mujeres presas en una relación pasional que incluye golpes, insultos, amenazas de muerte, al tiempo que son “perdonados” con ramos de rosas, serenatas, con mariachis y con las declaraciones de amor. Y a los varones en el laberinto de la seducción-dominio-gasto masculino y subordinación-gasto.3
La reproducción cultural de las formas engañosas del amor tiene un espejo inmenso con la cantidad de niñas y mujeres maltratadas y violentadas. Los derechos son para ejercerlos, pero pareciera que nos encontramos en una encrucijada al considerar que la educación emocional recibida desde la niñez condiciona la reproducción del esquema del amor como construcción patriarcal.
Las dimensiones del problema crecen entonces al ubicar el problema como un asunto de las individualidades, de la familia y del Estado. El tema de las violencias es un tema que trastoca a las relaciones de pareja; sea cual sea la preferencia sexual se construyen lazos amorosos basados en este modelo patriarcal. La destrucción de lazos sociales que ejercen los grupos delictivos encuentra en el ultraje de cuerpos masculinos y femeninos las formas de ruptura social y de grupos colectivos, que defienden sus territorios corporales y de la tierra.
Como colofón, invito a las y los lectores de en voz alta a releer cada uno de los derechos aquí enunciados al inicio de esta comunicación; los convoco a comentar y analizar entre sus grupos familiares y de amigas y amigos; los invito a visibilizar sus propias formas de reproducción de las violencias para encontrar individual y colectivamente formas renovadas de socialización, formas amables para relacionarnos y reconocernos como seres humanas y humanos dignos, merecedores de buen trato. Inventemos nuevas formas de relación a partir del conocimiento y respeto de los Derechos Sexuales y Reproductivos para educarnos afectivamente ejerciendo nuestros derechos a una sexualidad y vida libres de violencia.
* Socióloga. Maestrías en Estudios Latinoamericanos y en Periodismo Político. Promotora de Difusión Cultural, UAM-X.
1 Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, Art. 1°.
2 La Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) es el primer tratado internacional que reconoce expresamente los derechos humanos de las mujeres. Fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979 y México hace parte de ella desde 1981.
3 Construcción retomada de Francesca Gargallo. Disponible en <https://francescagargallo.wordpress.com/ensayos/feminismo/feminismo-genero/libertad-en-las-sexualidades-derechos-sexuales-y-educacion-afectiva/>. Fecha de consulta: 19 de febrero de 2020.